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Coaching individual – ¿por qué fallan los planes? – 1/2

Una meta se construye en una sucesión de objetivos, planes y acciones.

Una vez definido el sentido y propósito a través de nuestra visión y misión, los tres elementos mencionados son los caballos que nos deben llevar a alcanzar nuestra meta.

Pero… ¿cómo es posible que este planteamiento lógico y claro falle estrepitosamente en el día a día?

Cada día en las sesiones individuales que realizamos tanto en el ámbito personal como en el profesional observamos una y otra vez el “talón de Aquiles”: la falta de ejecución en las ACCIONES.

Es normal que un coach inicie una sesión con su coachee con una pregunta como:

–          Te parece que revisemos las acciones que te comprometiste a realizar?

y frecuentemente se encuentre con respuestas del tipo:

–          Uff… lo siento pero estos días he estado con muchos asuntos y no he tenido tiempo…

Aquí comienza un gran trabajo a realizar entre el coach y su coachee pues no olvidemos que el éxito de un proceso de coaching reside en que el coachee alcance el objetivo que se ha marcado.

El coach puede, en determinadas ocasiones, pasar de puntillas por el incumplimiento y aceptar la explicación aunque sepa que es una escusa. En otras situaciones el coach no “lo dejará” y aprovechará para trabajar el concepto del compromiso para que su coachee entienda e interiorice lo que éste significa para el éxito y los resultados del proceso.

Lamentablemente, la experiencia nos demuestra que en ambos casos el grado de cumplimiento de las acciones será escaso o incompleto y será preciso utilizar herramientas (que no panaceas…) y esfuerzo por parte del binomio coach-coachee.

Pero… ¿por qué se incumplen con tanta frecuencia los compromisos que establecemos con nosotros y con otros?, ¿tan bien entrenados estamos para permanecer en la angustia del bucle incumplo-me disculpo – vuelvo a incumplir-me vuelvo a disculpar…?. Nuestro cerebro en su vertiente, digamos, “más perezosa” (aquella en que las neuronas consumen la menor cantidad de energía) se ha adaptado a la debilidad moral del bucle, lo acepta e incluso elabora explicaciones para justificarlo.

No va a ser sencillo salir “de ahí” y las consecuencias de permanecer pueden tanto en lo personal como en lo profesionaltú te llevas a todas partes— ser devastadoras cuando el estrés, que causa la permanencia en el bucle, se llegue a convertir en insostenible y entonces las acciones sean “desesperadas”…

¿Qué es lo que sucede?

Existen un número considerable de causas  por las que el coachee (o cualquiera de nosotros) no cumple su compromiso. No obstante en este post vamos a centrarnos en una de las más habituales y en qué podemos hacer para ayudarle/te en ese gran desafío.

Comencemos por asumir (y es mucho) que ya hemos finalizado la ardua tarea de elegir “el objetivo” y que su claridad y visualización-como conseguido no dejan lugar a dudas. Asumamos también que hemos identificado los nuevos comportamientos (hábitos) clave a implantar y que estamos de acuerdo en cómo vamos a medir el progreso.

No debemos confundir la asunción de encontrarnos ya en esta fase con que sea fácil llegar hasta aquí. Un incorrecto o deficiente desarrollo de las fases previas es otra de las principales causas de fracaso del proceso.

Bien, estamos por tanto, de acuerdo en que disponer de un objetivo preciso y un plan robusto para alcanzarlo es un punto de partida necesario para iniciar el viaje. Si, es necesario, pero… no suficiente…

Cuando el coachee tiene que dar el paso y realizar la primera acción se da cuenta de lo incómodo que resulta salir de “su zona de confort” y hacer algo distinto, así que se dice: “uff… empezaré mañana”

A este “mal” hábito le llamamos postergar.

El posponer o evitar, innecesariamente, la realización de una acción – actividad principal hasta otro momento posterior, sustituyéndola siempre con otra actividad alternativa (menos relevante) se define en el diccionario como procrastinación: (“pro” significa adelante y “crastinare” mañana, es decir “lo dejo para mañana”).

El hábito de postergar es un mecanismo muy común que utiliza nuestro cerebro para tratar con la ansiedad asociada al inicio o realización de una nueva acción y/o algo desconocido.

Lo peor de los hábitos procrastinadores es, precisamente, su repetición. Aunque te prometes a ti mism@, con gran determinación, que no volverás a procrastinar, que esta es la última vez… vuelves a tropezar en la misma piedra, una y otra vez.

En el instante en que decides postergar la acción te prometes realizarla más tarde y esto produce un alivio inmediato porque te desembarazas de la obligación de realizarla y del sentimiento implícito en dicha acción. Además te sientes traquil@ porque te has “comprometido” a realizar la acción en otro momento –realmente estas convencid@ que así será–. Para acallar tu conciencia haces otra cosa que te place o que no te incomoda como la otra y, con toda probabilidad, es menos importante y no está relacionada con el alcance de tu objetivo.

El efecto de alivio cada vez es más fugaz y el estrés crece pues se aproxima la fecha tope a la que te comprometiste. Comienzas a soportar las consecuencias provocadas en tus resultados inmediatos y el peso acumulado de la culpa. Tu fiscal interno te dice: “no tengo voluntad”, “no valgo”… te sientes mal y entras en otro bucle vicioso: procrastino-me culpo-procrastino… antesala de una fuerte bajada de tu autoestima.

Pero nuestro cerebro es “inteligente en lo inmediato” y acude en tu ayuda con una “falsa salida de emergencia” y te envía un mensaje: “el asunto no tiene solución”, así que “si no tiene solución ¿para qué me voy a preocupar?”. Una conclusión que alivia en el corto plazo, pero que no hace más que perpetuar el hábito. Es como ir permanentemente en una ambulancia que nunca llega al hospital.

Pregúntate ¿qué procrastino?. Describe (y escribe) con gran detalle, el acto o patrón procrastinador. Pregúntate. ¿qué hago para “escapar”? ¿Cómo y/o con qué actividad sustituyo las acciones que realmente quiero de verdad realizar?. Estas preguntas que quizás parezcan “insultantemente simples” no se las hacen la mayoría de procrastinadores conocidos. Así que felicítate si tu coachee y/o en tu organización se comienza a tomar acción en este sentido.

Te esperamos en el siguiente post para seguir compartiendo más aspectos y herramientas de ayuda para estas situaciones.

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