La responsabilidad en la acción para la obtención de resultados es la clave de la sostenibilidad y los logros tanto en el ámbito personal como en el profesional.
Veamos una breve historia de nuestro personaje:
En una ocasión, Chésterton visitó a su amigo el antiguo propietario de una librería en el centro de la ciudad.
Se encontraban charlando sobre las últimas publicaciones cuando se acercó un cliente y de mala manera, gruñendo, pidió el último ejemplar de una conocida revista. Su amigo, no obstante, le dio la revista, las gracias y le deseó un buen fin de semana.
Cuando se hubo ido, Chésterton le dijo a su amigo:
- Dime una cosa… ¿este cliente es siempre tan mal educado?
- Sí -respondió su amigo – suele comportarse habitualmente así.
- Entonces… ¿por qué eres tan amable con una persona así?, la revista es muy interesante, otros clientes la comprarán.
- Muy sencillo, porqué no quiero que sea él quien decida como me debo comportar yo.
El autocontrol es el camino para encontrar el equilibrio inteligente de nuestras emociones y sentimientos.
Se trata del trabajo en equipo del eje: cuerpo-emoción-mente-acción.
Centrar-Se para encontrar el camino que transita por el equilibrio entre la represión emocional total, el bloqueo, la negación de sentir o su contención y, en el otro extremo, la incontinencia afectiva, la explosión, la impulsividad más absoluta.
Aristóteles lo formulaba idealmente como:
“expresar nuestro sentir, sí, pero a la persona adecuada, en el momento adecuado, con el propósito justo y de la forma correcta”.
Pero… ¿cómo encontrar “lo adecuado, justo y correcto”?
Revisa la coherencia de tu sentir, tu pensar y tus acciones y exprésalas desde tu libertad.
El impacto de nuestras acciones
Expresar nuestro sentir desde la libertad debe ir unido a responsabilizar-SE sobre el impacto que tendrán nuestras acciones en nosotros mismos, en los demás y en el mundo.
La vida y por tanto también nosotros, se construye en un diálogo entre el azar y nuestra responsabilidad versus nuestras acciones. Decir que todo depende del azar es resignarse, rendirse, dejar a cero nuestra capacidad para redirigir o redefinir la vida. Decir que somos nosotros los que podemos hacer todo cuanto queramos, que tenemos todo el poder para crear la realidad a nuestra medida, no tan sólo es una fantasía muy peligrosa para nosotros y nuestro entorno sino más bien un oscuro delirio narcisista y una ególatra ignorancia.
Como siempre “el veneno está en la dosis”. Si nos resignamos porque creemos que no podemos hacer nada y que el destino está escrito, entonces la partida de nuestra vida será dolorosa y seguro que muy aburrida. En el otro extremo, si caemos en un delirio de omnipotencia, las bofetadas que recibiremos serán de tal calibre y tan necesarias que o enloqueceremos o caeremos en una depresión hasta que recobremos el sentido del equilibrio de la realidad. Entre lo uno y lo otro existe la capacidad de ir desarrollando la lucidez necesaria para saber a dónde podemos llegar, paso a paso, trabajando y esforzándonos en aprender y hacer crecer nuestras capacidades de comprender, amar y actuar. Quizás lo importante es no dejar de hacerse preguntas y de sembrar, cada día, semillas de posibilidades, crear nuevas circunstancias, prepararnos para cuando florezca la oportunidad que nos abra las puertas hacia una nueva realidad deseada y esperada durante mucho tiempo y para la que nos hemos estado preparando. Los resultados de este crecimiento en equilibrio quizás son, simplemente, la combinación de la preparación y la oportunidad. La primera depende de nosotros, la segunda, no tanto, aunque con la práctica, quién sabe…